Doña Solita — Un jueves, un relato | 16.05.24
CUADRO DE CONTENIDO
El reto
Sombras urbanas
- PREMISA: Escribe un micro cuyo disparador sea alguna de las imágenes creadas por Mónica.
- POSIBILIDADES: La interpretación de la imagen elegida puede ser literal o en sentido figurado.
- EXTENSIÓN: Un límite máximo de 350 palabras.
- PLAZO: Hasta el jueves 16 de Mayo.
- PARTICIPACIÓN: Una entrada en el blog del participante.
Banners
Microrrelato
Doña Solita
—¿Qué pasa? —pregunté azorada. Toda aquella gente armaba un enorme alboroto. Como si hubiera algo o alguien muy interesantes en la plaza.
—¡Creo que están a punto de sacar el cadáver! —gritó uno.
—¿Qué quiere decir…? ¿Quién ha muerto? —inquirí al borde del colapso. Me ignoraron.
Escruté la puerta por la que salió la comitiva judicial, y no era la de mi madre. Respiré aliviada. Aunque mi alegría solo duró el segundo que tardé en darme cuenta: era la casa de...
Doña Solita, Doña Sole, Soledad Buendía —según su documento de identidad— era de sobra conocida por la gente del barrio. Yo había vivido allí desde que mi madre me trajo al mundo hasta que me fui a otra ciudad a estudiar arquitectura, unos diecisiete años después. No obstante, mis visitas a la familia eran regulares y, cuando nos telefoneábamos, me informaban de cuanto allí sucedía.
Así que, las noticias acerca de Doña Solita llegaban tan a menudo como si aún fuéramos vecinas. De esa manera, sufrí junto a ella la pérdida de su hija mayor —muerta en accidente de coche—. Su desconsuelo, cuando su esposo la abandonó tras la tragedia, dejándola sola con un niño autista —de treinta y cinco años, pero niño al fin y al cabo—. Ella siempre dio gracias por tenerlo, pues la esperanza de vida se le suponía corta, y su angelito —como ella lo llamaba— la superó con creces, viviendo hasta los cincuenta.
Entonces, se convirtió en la abuelita de todos. Cada tarde, a eso de las cuatro y media, sacaba su silla de playa a la puerta de su casa y se sentaba a pasarla con los vecinos, «mi familia», como ella decía. Jugaba con los niños, o les reprendía. Charlaba con los adultos. Escuchaba a los adolescentes...
Pero ahora, la situación había cambiado. Iban a echar abajo aquellas anticuadas casas baratas y cambiarlas por modernos edificios de apartamentos.
Ese día había ido allí a verla. Le había encontrado un hogar en una cooperativa ecosocial. Su nueva ilusión de vida. La más parecida al barrio, pero mucho mejor.
Ya era tarde.
Ahí va mi homenaje a todas las Solitas del mundo.
Hola Mj, celebro que hayas decidido sumarte, aunque ya casi al cierre de la convocatoria siempre es gratificante saber que la propuesta ha sido bien recibida. Me alegra que te haya inspirado la foto, tomada casi 'al vuelo", nos ha transmitido a ambas mucha melancolía, por lo visto, coincidente en nuestros relatos. Te agradezco por tu aporte, tan ágil como emotivo. Un abrazo y buen inicio de semana.
ResponderEliminarP.d
ResponderEliminarqué se iba a imaginar esta señora que iba a ser difundida por las redes!
Has tocado un tema de actualidad, el de los ancianos y su soledad, que antes era paliada con los vecinos del barrio y hoy no tienen ni eso
ResponderEliminarMuy interesante.
Entrañable relato y su protagonista, aunque con triste final! Un abrazote!
ResponderEliminarBueno y contenido relata, tanto de forma como de fondo. Lo malo a esta edad es no tener ganas de seguir, aunque si ya estaba acostumbrada a la soledsd (aunque no estab tan dola), quizas solo tenia que seguir, pero cada uno sabe lo suyo.
ResponderEliminarAbrszooo
Es un hermoso micro realmente, muestra una vida tan real, sucede tantas veces, ancianos que viven solos, abandonados por la sociedad y Estado. Realmente muy bien contado, me gusta mucho. saludos.
ResponderEliminarPATRICIA F.
¡Hola, MJ! Un relato que no solo nos narra la muerte de Dña. Solita, sino que también la muerte de una época y una sociedad. El futuro se presenta demasiado frío y digital. Un abrazo!
ResponderEliminar